Hoy, 16 de octubre de 2024, Guatemala recuerda uno de los episodios más trágicos de su historia deportiva, cuando hace 28 años, el 16 de octubre de 1996, una avalancha humana en el Estadio Nacional Mateo Flores, ahora conocido como Estadio Doroteo Guamuch Flores, dejó un saldo devastador de 83 personas fallecidas y más de 150 heridas. Este doloroso suceso ocurrió previo al partido entre la Selección Nacional de Guatemala y la de Costa Rica, en un encuentro correspondiente a las Eliminatorias de la Concacaf para la Copa Mundial de Fútbol de Francia 1998.
El estadio, ubicado en la zona 5 de la capital guatemalteca, fue escenario de un caos inimaginable. La localidad de general sur, fue el punto donde se concentró el desastre. A pesar de que el aforo oficial del estadio era de 45,000 personas, el exceso de asistentes, sumado a la sobreventa de boletos, permitió que se superara esta capacidad, provocando que más personas de las permitidas intentaran ingresar al recinto.
La tragedia del Estadio Nacional
El descontrol inició cuando una multitud en la parte alta de la localidad sur empujó hacia abajo, aplastando a aquellos que ya se encontraban en las primeras filas. Muchos quedaron atrapados entre la malla de contención y el resto de la multitud, sin posibilidad de escapar. Además, las puertas de emergencia no tenían el mecanismo adecuado para ser abiertas en medio del caos, lo que agravó la situación. La desesperación y la falta de organización hicieron que la tragedia fuera inevitable.
La principal causa de la tragedia fue la sobreventa de boletos, incluidos miles de boletos falsificados, lo que provocó que el estadio se llenara de manera descontrolada. A esto se sumaron varios factores de riesgo, como la venta de bebidas alcohólicas dentro y fuera del estadio, la carencia de personal de seguridad adecuado, y la falta de un plan de contingencia para un evento de tal magnitud.
Las instalaciones del estadio tampoco estaban preparadas para un evento de esta envergadura. Las salidas de emergencia eran insuficientes, las gradas no contaban con las condiciones necesarias para una evacuación rápida y segura, y los accesos estaban mal organizados, lo que permitió la entrada descontrolada de miles de personas adicionales.
El impacto de esta tragedia en la sociedad guatemalteca fue profundo. En respuesta a la presión de la ciudadanía, el Congreso de la República aprobó el decreto 136-96, conocido como la Ley de Espectáculos Deportivos, que entró en vigor en enero de 1997. Esta ley tenía como objetivo regular la celebración de eventos culturales y deportivos en el país, buscando garantizar la seguridad de los asistentes. Entre las disposiciones más importantes de esta ley se incluyen la prohibición de la venta y consumo de bebidas alcohólicas en los recintos deportivos, así como en un radio de 200 metros alrededor del estadio. Además, la ley prevé sanciones que van desde uno hasta tres años de prisión para quienes incumplan estas disposiciones.
Sin embargo, a pesar de la existencia de esta normativa, su cumplimiento ha sido inconsistente a lo largo de los años. En muchos eventos deportivos, especialmente los de alto perfil, se ha reportado la venta ilegal de alcohol, y las medidas de seguridad no siempre se implementan de manera adecuada.
Años después de la tragedia, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) recomendó que el aforo del Estadio Doroteo Guamuch Flores se redujera significativamente. Además, se realizaron mejoras en la infraestructura del estadio, como la ampliación de las salidas de emergencia y la reparación de las gradas. El aforo, que antes de la tragedia llegaba a cerca de 50,000 personas, se redujo a 18,000 espectadores para garantizar mayor seguridad en futuros eventos.
La tragedia del Estadio Mateo Flores sigue siendo una herida abierta en la memoria colectiva de Guatemala. Las imágenes de los cuerpos apilados y la desesperación de los sobrevivientes son recordatorios dolorosos de la negligencia y la falta de previsión que llevaron a esta catástrofe. Cada aniversario es una oportunidad para reflexionar sobre las lecciones aprendidas y la importancia de garantizar que este tipo de tragedias no se repitan en el futuro.